Sobre el muro de una calle olvidada de Dios,
la inocencia entonó un grito de paz
y esperanza, que escaló las ventanas
del miedo y se coló
por las grietas del dolor.
Fue rompiendo las rejas del tiempo, que
esclavizaban la dignidad humana
y rasgaban el cuerpo y el alma,
hiriendo las alas
de los ángeles de amor.
Su cadencia era bálsamo de mar y cielo,
y bandadas de gaviotas fueron curando
la herida de la entraña, que infectada
de silencio agonizaba
sedienta de lluvia y sol.
Su grito recorrió las calles, plazas y
parques, alentando al viento, que barría
el odio y la desconfianza dejando a su paso
un aroma de jazmines
de blancura y frescor.
Sobre el muro de una calle olvidada de Dios,
la inocencia entona un grito y va curando
el cuerpo y el alma, que abren sus alas,
y escapan libres
los ángeles de amor.
Mi gratitud por la imagen al blog:
Madrid 29-abril-2014
M.Jesús Muñoz